Biografia

domingo, 7 de noviembre de 2010

9 Dia - León - Foncebadón

El noveno día de nuestro Camino, comenzó de forma diferente. EL despertar de cinco personas no se puede comparar con el despertar de 21 fieras. No quiero que nadie considere este comentario de forma despectiva, pero mientras que todos los días anteriores, habían sido súper tranquilos, despertándonos los unos a los otros en silencio, cambiaba de forma radical convirtiéndose en un jaleo constante a la hora de comenzar el Camino.
Este primer día comenzamos desayunando en una cafetería de León, donde degustamos el ya tradicional, bocadillo de jamón serrano con tomate y aceite acompañado de un cola cao calentito y es que a esas horas apetece comenzar con algo que caliente el cuerpo.
La primera parte de la etapa se desarrolló entre León y la localidad de Astorga, pasando antes por poblaciones tales como: Trobajo del Camino, San Miguel del Camino, Villadangos del Paramo, el Hospital de Orbigo para llegar más tarde a Astorga, donde pudimos disfrutar de la visión del Palacio Episcopal. El edificio es actualmente sede del "Museo de los caminos" que muestra una interesante colección de esculturas de madera policromada y de orfebrería renacentista y barroca así como gran cantidad de elementos litúrgicos. El Museo ocupa la totalidad de las cuatro plantas del edificio.
En el kilometro 33 de la etapa nos encontramos con el Puente del Paso Honroso, sobre el río Orbigo, famoso por la hazaña del caballero Suero de Quiñones, que en el Año Santo Compostelano se 1434 llevó a cabo unas famosas justas en este enclave, obligado por su compromiso con una dama y poniendo al Apóstol Santiago como testigo.
Tras dejar atrás nuestra querida Astorga, seguimos camino para poder llegar a la hora prevista a Ponferrada. Pero como siempre, algo iba a ocurrir para que el Camino cambiase de nuevo con todo lo programado. Tras dejar Astorga el cielo comenzó a tornarse de un gris plomizo que lo único que presagiaba, no era otra cosa que tormenta. La lluvia no tardó en llegar y con ella un viento que no tardo mucho tiempo en hacer mella en nuestros nuevos compañeros de viaje. El tiempo, en vez de mejorar, empeoraba a cada kilometro que realizábamos y tras una fina lluvia (lo que en Galicia conocemos como Morriña) y un viento que conseguía que cada gota, te golpease como si fuese una tormenta de arena, se unió un mal intencionado frio. Con estos tres hándicaps y viendo las caras de algunos de nuestros compañeros, algunos comenzamos a barajar la posibilidad de acortar la etapa de hoy. Cuando tan solo nos faltaban unos kilómetros para coronar la Cruz de Ferro (1504 m de altitud), decidimos parar y buscar refugio en el pueblo de Foncebadón.
En el pueblo de Foncebadón pudimos encontrar un albergue de lo más curioso, la estampa fue de película y yo la contare así:
La gruesa puerta de madera se abrió lentamente y tras ella pudimos encontrar una estancia muy acogedora, chimenea encendida, decoración de índole budista y caras amables las cuales nos recibieron con un agradable ¡bienvenidos!, pero la verdad es que otras caras eran de asombro. La noche había caído y tras la puerta se asomo una silueta, era la de uno de los 21 ciclistas que acababa de llegar a Foncebadón, su cuerpo medio congelado y su voz rota por el cansancio solo pudo dar paso a una leve sonido el cual se pudo asociar con algo así como, “necesito algo caliente”, era un joven con sus ropas húmedas, prácticamente heladas por el frio, la lluvia y las bajas temperaturas. Tras el llegaron el resto de personajes del grupo, exceptuando a un gallego que aguardaba en lo alto de la Cruz de Ferro a que sus compañeros llegasen. Tras un largo tiempo de espera, una llamada telefónica le hizo recorrer los kilómetros justos para llegar al pueblo, donde le esperaba el grueso de la tropa, al calor eso si, de una chimenea y tras una taza de Cola Cao.
La noche se nos echo encima, así que tras una ducha caliente decidimos irnos a cenar y es ahí donde comenzó una noche fantástica, primero cenando en la Taberna de Gaia, un local medieval, donde pudimos degustar entre otras cosas, un magnifico revuelto de hortalizas, venado y costilla de cerdo sobre cama de pan rustico, para después disfrutar de la más maravillosa trata de queso que se pueda probar hoy en día. Claro está todo ello regado con un magnifico vino tinto servido en cuencos de barro.
Después de la cena volvimos a nuestro albergue, donde tras encontrar un par de guitarras y unos timbales, disfrutamos de una noche de música, a cargo de Teddy, Richard, Julián y un servidor. Tras unas cervezas y unas canciones en el recuerdo, decidimos retirarnos a nuestros aposentos, donde darle descanso a nuestros maltrechos cuerpos.
Mañana nos esperaba un largo Camino Foncebadón - Triacastela.

2 comentarios:

Nando Castro dijo...

Aqui es donde todos los que estimeis oportuno, podeis dejar vuestros comentarios.

Anónimo dijo...

Felicidades por tu blog, la verdad es que me ha enganchado tu visión de esa aventura que os marcasteis. Felicidades Nando.