Biografia

miércoles, 10 de noviembre de 2010

11 Dia - O Cebreiro - Palas de Rei

La noche había sido dura, con frio, viento y niebla. El viento y la niebla lo pudimos comprobar por la ventana, el frio, lo notamos durante toda la noche por todo el cuerpo. El despertar fue de los mejores de todo el viaje y digo esto, porque después de una noche con un gigante pegando ronquidos ensordecedores toda la noche, el despertar significa calma, silencio, paz, jajajajajaja.
El peor parado de todos fue el pobre Tolo, que tuvo que dormir a escasos 50cm de tan gráciles sonidos. Alejandro, Edu y Fernando, habían llevado la noche como mala mente se pudo y eso que el albergue de O Cebreiro es un edificio de nueva construcción. La única pega es la calefacción y la cantidad de gente que nos encontramos la noche anterior por culpa de las inclemencias del tiempo.
Una vez puestos en pie, vuelta a empezar y es que desde que llegamos a León, nos ha acompañado todo el rato un tiempo malísimo. Parece como si Santiago nos quisiese dar una pequeña lección, por haber pasado un camino tan bueno desde que comenzamos los cinco hasta que nos reunimos con los demás. Ahora vienen a mi mente, momentos inolvidables, como el día que nos vimos en el hostel de Pamplona, o la cena en el bar La Granja, de la calle Estafeta. Como echo de menos la ilusión de ver esas caras de satisfacción al ver terminada una etapa, como el día que llegamos a Navarrete, donde nuestra cámara recogía la llegada a la localidad. No me repetiré con el ejemplo de la noche mágica en Logroño, pero la verdad es que ahora sí, echo de menos esos momentos.
Mientras los chicos se fueron a desayunar, aproveche unos minutos para comprobar que no me dejaba nada atrás y me dispuse a guiar mis pasos hasta el bar donde me esperaba un merecido desayuno (teniendo en cuenta que no había cenado, por culpa de un maldito dolor de muelas). Al entrar en el bar pude comprobar que algunos aun parecían dormidos, mientras que otros ya estaban con mil ojos, controlando, si uno estornudaba, o si el otro cogía el Cola cao antes que yo, joerrr parecemos críos. Menos mal que todo eso se borro de mi mente, en el preciso instante en que apareció mi compadre Julián, son esa sonrisa característica y bromeando como siempre.
Después de desayunar, preparamos las maletas, comprobamos las bicis, las cuales iban a darnos algún que otro susto a lo largo de la jornada y nos pusimos en marcha. Antes de arrancar y poner rumbo a Palas de Rei, pude ver con tristeza como mis vecinos se iban antes que nosotros, hablo de los amigos de Catoira, los cuales realizaban el mismo camino que nosotros, eso sí, con la compañía de un todo terreno y un carro especial para bicis, cedido por el ayuntamiento de Catoira, así da gusto. Nos pusimos en marcha detrás de ellos y comenzamos el descenso de O Cebreiro hasta Sarria, pasando antes por Triacastela. La montaña gallega y la frondosidad de sus bosques dominaron la mayor parte del trayecto. En Triacastela, la ruta ofrecía dos opciones, o bien seguir por el camino tradicional, por la aldea de a Balsa, disfrutando de pequeños bosques y praderas, o bien ir por carretera hasta Samos. Después vendría Portomarin, pero antes de ello y a la bajada de O Cebreiro, algunos se quedaron o bien sin pastillas o sin zapatas de freno, con lo que supone de arriesgado el seguir circulando así. Resultado…. Parada de nuevo a tomar otro Cola Cao (creo que nos van a hacer socios de la marca) y en marcha, eso sí, esta vez Carlos se tenía que coger su bici, para así permitir que Tolo, Sevi y Julián, pudiesen acompañarme dado que sus monturas estaban en muy mal estado.
Ahí comenzó mi odisea, jejejejeje y digo esto, porque la salida del pueblo de Sarria hacia Portomarín, me supuso, comprobar cómo mi GPS, funcionaba mejor que el del coche, es decir, tanto yo como mi copiloto Julián, tuvimos que ingeniárnoslas para llegar a Portomarín y más tarde a Palas de Rei.
Antes de que todos pasaran por Sarria, tuvimos que hacer de las nuestras, entre Teddy, Richard, Fernando y Yo, para, bajo una lluvia intensa, solucionar un nuevo pinchazo, esta vez de la bici de Fer. Tras la puesta en marcha, recogí a Sevi, Tolo y Julián, los cuales, se habían refugiado al amparo de una botella de tinto y unas tapas en un bar de la zona.
Como he dicho antes, la odisea comenzaba, “gire a la izquierda”, pero si giro me voy a la cuneta, “recalculando”, ¡joer pero si esta autovía por la que voy no aparece en el GPS!, bueno, al final no sé como hicimos pero llegamos. Eso sí, después de volverle la cabeza loca a Julián, con mi sesión de Turismo Galaico. El como siempre, me agradeció, el discurso, comentando lo maravillosa que era nuestra tierra, aunque yo creo que esa noche ceno unos cuantos Ibuprofenos, je je.
Una vez llegados a Palas de Rei, la misión era, encontrar alojamiento para los 21 y lavadoras y secadoras, para poder albergar nuestras coladas. Después de comprobar la mala calidad del servicio de hostelería en Palas de Rei, y ver como se reían en nuestras caras, tanto el recepcionista del único hotel que debe haber en el pueblo, así como los encargados de las pensiones, pudimos encontrar el albergue municipal, ¡Bién!, todo resuelto diréis. Pues no, el albergue no recibía a ciclistas, pero ahí sí, la encargada nos indico el albergue municipal que si nos podría acoger. Pero mira tú por dónde, las casualidades siempre vienen dadas, justo cuando llegamos al albergue, vemos a nuestra izquierda, un complejo residencial, jajajaja, llamado la Cabaña. Los ojos de Julián se iluminaron y de su boca salió una expresión que decía, no mires mas, nos quedamos ahí, ni tiempo me dio a reaccionar, cuando de pronto vi como Sevi y Tolo se encaminaban hacia el complejo. “Hola buenas, ¿disponibilidad para 21 peregrinos en bici?”, ¡por supuesto! Y ya por último, ¿lavadora y secadora?, ¡claro que si caballero!. Ni preguntaron el precio, me hicieron llamar a Richard y Teddy para comentarles que dormíamos ahí. Por fin una noche calentita, con buenas camas y pudiendo hacer una colada. Que más se podía pedir, pues para mi había más, el teléfono sonó, respondí y al otro lado una voz cálida me saco una sonrisa del rostro. Horas más tarde degustaba el mejor café que había saboreado en años, con la compañía perfecta y en un entorno sin igual. Después, de una charla encantadora, cena con todos los demás y para la habitación.
Pero eso si, que no se me olvide, esta vez sí pude disfrutar de la llegada de mis compañeros. Cada uno que llegaba sonreía y saludaba, esa sonrisa en el rostro de alguien que a cumplido con su deber. Reconozco que ese fue el día mas duro del viaje y ahí, si que todos, se portaron como lo que son, como fieras. Ver la cara de satisfacción de Pablo y Alejandro al llegar, pensando que no hacia ni una hora me habían dicho, que por cojones, faltase lo que faltase, llegaban en bici, me supuso una dosis de moral, de energía y de buen rollo. Comprobar como Jose, después de más de 900 km, seguía como un jabato sin protestar, luchando contra ese dolor que en silencio, lo estaba jodiendo vivo, o ver de nuevo el rostro de Luis y Tomás, que llegaban a su ritmo, pero llegaban, y como siempre con buen humor, eso sí que levanta el ánimo a cualquiera, en esos momentos se te olvida, las tonterías de algún que otro superman, o los comentarios y las miradas de otros. Hoy si, éramos un grupo unido, y disfrutando después de habernos destrozado el cuerpo.
Después de esto, para cama, no sin antes escuchar, casi sin querer, las conversaciones de alguno, que no se daba cuenta de que había gente intentado dormir cerca de donde ellos daban rienda suelta a la lengua.
Bueno mañana, ultimo día, eso si las bicis de Tolo, Julián, Richard y Sevi nos lo permiten, porque están sin frenos y no tenemos recambios.

No hay comentarios: